Por: Pipe Vallejo, Estudiante de Comunicación Social de UNINPAHU
Todos hemos soñado con conocer a los jugadores de la élite mundial, los niños, los adultos, los ancianos y hasta las esposas de quienes consumen fútbol. Pocos logran, no solo conocerlos en persona, y, adicionalmente, tener el criterio para analizar su juego y llevarlo al profesionalismo, casi como un croquis o un manual para la industria del fútbol.
Este afortunado niño, quien pareciera haber sido elegido por los dioses del olimpo del fútbol y con sangre paisa hasta más no poder, empezó a crear una historia en Colombia cada vez que su ADN le empujaba a estar metido dentro de una cancha. A veces, el destino nos va encaminando sin piedad, o con piedad a aquello que no conocemos; pero finalmente el destino te entrega una fotografía tomada por él mismo en donde pareciera que tu pose frente al éxito estaba premeditada desde hace muchos años.
Juan Felipe Cadavid, un niño que rezaba cada noche, suplicándole al todo poderoso que lo pusiera en el fútbol; para infortunio o para fortuna de este niño, nunca precisó de qué forma lo quería. Su padre y su abuelo, más paisas que Rigo, patriarcas de Támesis (Antioquia), su madre, de Armenia (Quindío). Este niño empieza su vida dentro de las canchas, rodeado de muchos tíos futbolistas, su padre era un volante mixto. Con estos tíos y algunos amigos, deciden conformar un equipo de veteranos. En el equipo este niño debutaría dentro de una cancha, su posición dentro de la nómina: la mascotica oficial.
Cada paso que daba en su vida tiene un balón de fútbol. Las hormonas empiezan a mutar y poco a poco, la mascotica empieza a ganar minutos dentro del combo de los llamados “rodillones”. Su agilidad mental para pensar en la mitad del campo, como su padre, lo fueron convirtiendo en una pieza clave a pesar de su corta edad. Algunos torneos infantiles fueron entrenamiento para este mini volante, quien empezaba a vislumbrar sus primeros vellos en las piernas. Estaba rodeado de fútbol de pies a cabeza, y es que así se llamaba la serie “De pies a cabeza”, serie en donde entró a trabajar por un azar del destino, y por un ofrecimiento que su mamá hizo cuando durante una de las grabaciones la producción se quedó sin un par de sus actores. Ahí estaba Juan, entrando a hacer sus primeros asomos dentro de la televisión colombiana, medio que parecía coquetearle desde muy temprana edad. Su participación inicial era pequeña, pero este niño de ojos claros y muy agraciado cautivó a la jefe de producción, por lo que decidieron aumentar sus llamados, hasta conseguir un personaje en el elenco. Se sentía como pez en el agua, debido a que este trabajo tenía que ver con una cancha de fútbol.
A este niño no lo seducía la actuación en absoluto, ni el teatro, ni algo diferente a un balón. Pero fue aquí en donde empezó a ver a uno de los protagonistas, quien siempre llegaba tarde a las grabaciones con la excusa de que estaba en entrenamientos de fútbol en la escuela Fair Play. El ver a su compañero de escena embarrado y con sus guayos a cuestas, lo motivó en lo más profundo de su pequeño ser a decir: “esto es lo que yo quiero para mi vida”.
Efectivamente, fue invitado a esta escuela por su compañero de set, en donde compartiría cancha nada más ni nada menos con quien podríamos llamar en ese momento “el tigrecito”, y quien hoy en día llamamos “el Tigre” Falcao. La vida lo empezaba a preparar para estar en el fútbol y con cámaras.
Del niño aquel, de esa mascotica que veía rugir con fuerza al “Tigrecito”, no quedaría sino el recuerdo. Ahora, con 16 años y aún en el colegio, pero con su cabeza en el fútbol y de la mano de la escuela Fair Play, empieza a subir con fuerza; juega primera C, después, primera B. Ahora está en una edad que le exigía tomar una decisión importante, tan importante como lo era para su padre el saber qué carrera íba a estudiar. Juan toma la decisión, a tres meses de acabar el colegio, que, estudiaría Comunicación social, porque sentía que era una carrera flexible, la cual le permitiría seguir jugando al fútbol sin muchos contratiempos.
Para este momento, los domingos del pequeño Juan eran más sagrados que los del papa; pues, a las 3:30 de la tarde, se entraba a su casa, sin importar lo que estuviese haciendo, su ritual dominical…ver fútbol argentino y escuchar en la radio el torneo colombiano, el cual para este momento de su vida no era transmitido por televisión. Tomaba apuntes, miraba estadísticas y analizaba los partidos. Un mini periodista en potencia. Sólo quería respirar fútbol, era el aire que necesitaba para terminar la semana informado sobre todo lo que sucedía en torno a un balón de fútbol. En su colegio demostró su férreo compromiso con sus guayos, pues, a pesar de que estaba en una edad en la cual la calle y los amigos son innegociables, este joven anuló de su calendario los sábados de fiesta y los jolgorios que surgen dentro de esta etapa de la vida; hasta un punto casi obsesivo de tener el carácter de no asistir a su fiesta de prom.

La férrea disciplina parecía empezar a aliarse con el diablo, pues ahora, en la etapa universitaria y en sus primeros dos semestres, la factura que cobra el aprendizaje llegó a su buzón. Con la testosterona sobregirada, conoció la fiesta, las mujeres y los amigos de rumba. Su nivel empezó a bajar notablemente; sin embargo, lo invitan a un entrenamiento con el equipo Javeriano, ya imaginarán, el jovencito de ojos claros que venía de jugar en primera B: era él y 10 más…debutó con tres goles. La suerte estaba echada, era el jugador que los javerianos soñaban para reinar frente al resto de las universidades y quien además se convertiría en el capitán que comandaría el barco de los jesuitas.

Los partidos necesitaban algo más…Juan, como estudiante de comunicación y en compañía de algunos compañeros, le sugieren a las directivas de la universidad narrar y comentar los partidos Inter facultades. En un comienzo, a pulmón limpio, después, y por la rotunda acogida de las transmisiones, le pusieron parlantes, ahora gritar hacía parte del pasado; pero entonces el pasado a grito limpio se convertiría en su futuro: era el génesis de su carrera como comentarista.
En compañía de algunos amigos y “encarretados” con el oficio, decidieron que era momento de alquilar una cabina profesional dentro del estadio El Campin en Bogotá. A sabiendas de que lo que narraban nadie diferente a ellos lo escucharía, transmitían para ellos, pagaban para que les grabaran un casete narrando el partido de turno del fútbol colombiano. La suerte le ha acompañado siempre, tanto así que, llegó a pedir una oportunidad en RCN para ser escuchado, el gran jefe estaba pidiendo un proyecto de jóvenes que ya estaba bastante retrasado. Al estar parado Juan Felipe y su amigo allí, la persona encargada de velar por el proyecto de jóvenes, quizá un poco aterrada, no se le ocurrió nada más que decir una mentira que cambiaría la vida del chico de ojos claros para siempre: “Señor, estos son” …fue su respuesta. Empezaría su carrera en los medios de comunicación, aún sin pago; pero con la oportunidad de vender pauta, que nunca vendió a más de dos meses, pero se estaba vendiendo como periodista para que pasara lo inexorable: todos los quieren tener en su nómina.
Carlos Antonio Vélez es uno de sus grandes maestros, quien se dedicó a esta promesa del periodismo deportivo. Sus horas dentro de una cancha y ser un estudioso del tema lo hicieron comprender de manera milimétrica el funcionamiento de aquello que le daría argumentos para tener varios mundiales de fútbol encima: cuatro de mayores y tres juveniles.
Hoy, este niño que pisaba las canchas como la mascotica del equipo es un hombre de 41 años, consagrado a una familia con dos hijos y una prestigiosa periodista como esposa. Este pequeño que tanto le pidió a Dios estar en una cancha de fútbol fue escuchado por la divinidad, pero el todo poderoso lo entrenó para que lo hiciera de otra manera, se convirtió en un referente de opinión para los expertos en fútbol.
Cuando eres grande, los grandes te rodean. Una colección de fotos en las cuales posa junto a personalidades como Cristiano Ronaldo, Mourinho, Gian Luigi Bufon, entre otros, son su carta de presentación que demuestran el prestigio que ha construido a puño y letra. Viaja alrededor del mundo cubriendo partidos de ensueño, detrás de la noticia deportiva del momento, siempre desde el profesionalismo que le inspira el fútbol.
Si de narrar las anécdotas que su larga carrera le ha traído, esta crónica se convertiría en una biblia, pues sus innumerables cubrimientos le han dejado, no solo grandes momentos, sino unos grandes amigos, quienes son reconocidos mundialmente por ser unos cracks del fútbol, entre ellos podríamos mencionar a Juan Fernando Quintero, Rafael Dudamel, Manuel Seijas, y, por su puesto, ese niño con quien corrió a su lado dándole pases y que le debe muchos goles: el Tigre Falcao. Está evidente que, la suerte, la disciplina y los buenos maestros han sido sus insignias. Admira mucho a César Augusto Londoño; pero está claro que la disciplina de su mentor, Carlos Antonio Vélez, le parece de otro mundo, indiscutiblemente fue un faro para él.
Ahora lleva sus comentarios y toda su experiencia en los medios de comunicación a las nuevas tecnologías, tiene un canal en Youtube y también polemiza por Twitter y genera algunos análisis en su cuenta de Instagram. Quiere pasar sus últimos años de vida en una finca, frente a un asador, viendo fútbol y opinando en sus propios canales. Quizá para cuando llegue esta época, podrá portar con honor la camiseta del equipo de sus amores, el poderoso DIM, porque por ahora es un hincha furibundo del club, pero no ejerce. Algo que le emociona mucho al pensar en ello. El retiro soñado, el campo, zona rural y entrándose a las 3 PM a apuntar lo que sucede en las ligas, esta vez será, no en un cuaderno, sino en el artefacto que la tecnología nos tenga preparado para ese momento. Siempre ahí, respirando fútbol, viviendo el fútbol, amando su posición en la cancha y siendo el mejor jugador sin balón.
Quizá la vida formó a este niño para que su luz iluminara con sus comentarios a quienes aman el fútbol. Era lo que finalmente soñaba el niño de los ojos claros, estar ahí, dentro de la cancha, compartiendo las pasiones que este deporte genera. Por esto, debes pedirle al cielo con claridad lo que deseas, no sea que te premien por partida doble.